Escribí el más hermoso poema

de amor, te escribí un canto,
una oda a la felicidad que me embargaba
mientras yacías, dormido, a mi lado.
Escribí mi más hermoso poema de amor
para celebrar tu dulzura, tu encanto,
tu piel, las hebras de tus cabellos,
tus hombros desnudos, tu aliento
en mi cuello, el vaso de agua
que tocaron nuestros labios, tu abrazo,
tus tersos ronquidos,
las uñas de tus manos, la forma
en la cual tu labio superior,
mientras dormías, me instaba
a apresarlo en mis labios.
Empecé a escribir este poema
de amor, con mis labios,
mientras yacías a mi lado aunque bien sabía
que pronto habría un beso
y un abrazo final, una vana
promesa de llamarmos.
Pero te escribo este poema de amor
--y ningún instante de amor
me atrevo a negarlo--
porque por unas horas, a tu lado,
sentí renacer
el milagro del canto.
Te escribí el más hermoso poema
de amor, aunque sabía (o porque sabía)
que nuestro instante había terminado.